La crianza es el momento más crucial en la vida de un ser humano, pues es en este momento en que se sientan las bases del aparato psíquico. Es importante, por tanto, tener la sabiduría de reconocerse limitados e inclusive ignorantes en esta tarea, y asociarse a otras familias ya establecidas para aprender en comunidad diferentes estrategias para llevar al hije a tener la mejor calidad de vida posible.
Cuando menciono la calidad hago obvio que deben estar cubiertas lo máximo posible las necesidades materiales como ser alimento, vivienda y vestimenta. Por eso, a calidad me refiero con un entorno familiar sano, agradable, divertido, amoroso. ¿Como se logra esto? Con contacto social demas esta recalcarlo y con suma introspección.
La introspeccion permite que uno pueda evaluarse en cada momento y aprender de los errores, especialmente en padres primerizos y más aún si son mayores, lo cual pone de manifiesto una brecha generacional que si uno no está preparado psicológicamente será muy difícil de sortear dado a los modelos socioculturales arraigados a su mente.
Ser p/madres, por tanto, quizás no se trate de educar a los hijes con los modelos de conocimiento de uno sino de adaptarse a la soltura con la que nacen los niñes y permitir la transformación mutua. También es importante considerar que amar a un hije no significa sobreprotegerlo.
La sobreprotección es lo peor que le pueden hacer a un niñe porque lo limitan del mundo externo, lo sitúan en una burbuja de cristal y como dice el dicho: el camino al infierno esta plagado de buenas intenciones. Hay que llevar a que cada niñe encuentre sus modos y ayudarlo a que se suelte al mundo social, desde la apertura y conciencia de si.
El mundo no es un enemigo del cual hay que proteger al hije. Pero se transforma en tal si lo criamos con temor y aún peor si se infunde un manto de irrealidades sobre la vida tal como es.
Para interpretar esto voy a mencionar algo de mi infancia, me decían: no aceptes caramelitos de extraños, no te acerques si te hablan. Es evidente que lo hacían para protegerme y que no me hagan daño o me secuestren. Sin embargo, jamás se me explico el trasfondo de esas circunstancias. Se me ocultó por completo la sexualidad y la autonomía de mi ser. Se me enseñó a tenerle precaución a los demás en vez de tener la fortaleza de decidir y amarme a mí misma, cuidando mi cuerpo y mi integridad. Esto fue cuando empecé jardín a los 4.
Este contexto de temor se expandió a todo ser extraño, no solo adulto sino gente de mi edad. Sentia un campo psíquico represivo que me impedia acercarme con naturalidad al otre. No tenía la fortaleza de decir acá estoy yo y soy quien soy. Y cuando lo hacía, lo hacía desde la predisposición de que me rechazarían por ser "la rara".
Tampoco tuve contactos con chicos de mi edad antes en mi vida ni me llevaban a ámbitos sociales donde pudiera experimentar lo social. Mis padres no tenían amigos, no se compartía en el día a día una vida social activa. Era una burbuja para los tres. Y como mencione anteriormente, es imprescindible abrirse al mundo para una tarea como la crianza.
Como conclusión, hay que estar preparados mentalmente y socialmente para darle la mejor vida posible al hije y lograr que se conozca a sí misme, se empodere, se ame y desde su eje consigo mismo pueda desenvolverse en la sociedad a la que formara parte.

No hay comentarios:
Publicar un comentario