domingo, 16 de octubre de 2016

Mi primera internación psiquiátrica (parte II)

La segunda semana de internación fue muy diferente a la primera. Mi compañera con la que tanto hablaba le habían dado de alta, mi atención hacia el exterior súbitamente se invirtió. Comencé así un intenso momento de introspección.

En esta introspección me cuestionaba ¿Por qué no podían visitarme mis amigos? ¿Por qué sufría tanto aislamiento? ¿Por qué si estaba mal no podía padecer en mi casa los mismos problemas?

Por primera vez, en toda mi historia, empecé a extrañar estar en mi casa. Muy curioso ya que antes de la internación me llevaba a las patadas con mis padres y quería irme a toda costa. Con mi padre especialmente tenia muchos rencores por ciertas cosas que me había dicho en el pasado, que yo no había perdonado y hacia que nuestro vinculo siempre fuera dificultoso.

Ya no importaba el pasado. Importaba ese momento de soledad y esa hora que me visitaban mis papas.

Aprendí entonces a honrar a mis padres, me abrí a un afecto que antes nunca me había permitido. Sufría mucho cada vez que se iban a sus respectivas casas, quería volver con ellos.

Tanto dolor hizo que tuviera varios ataques de pánico, sentía que ya no debía estar en ese lugar. Sin embargo nuevas personas ingresaron, al principio me mostré bastante reservada pero luego decidí abrirme y conversar.

Una de las charlas me hizo dar cuenta que había mucho conocimiento en mi dado que le explicaba un montón de cosas de biodescodificacion y de salud a mi compañera de cuarto. Ella quedo sorprendida. En realidad no fue la única, otras compañeras que se fueron sumando se cuestionaban como hacia para tener tanto tema para hablar y hasta una de ellas se acerco a decirle a mi mama que tenían una linda hija y estaba sorprendida de mi capacidad de dialogo.

Lo importante de esta semana no fueron las crisis que viví, sino haber perdonado mi pasado y empezar a bendecir la existencia,  a valorar la vida y la libertad.

Cuando salí de la internación veía todo muy raro, sentí que estaba bombardeada de estímulos, no soportaba ver tanta gente, tantos ruidos, tantas luces. Me costo unos días retomar contacto con la realidad, me sentía rara y no niego que aun sigo sintiéndome descolocada pero ya estoy mas adaptada, por suerte.

Afiance mi relación con mis padres, ya no maldecía el haber nacido, un gran agradecimiento me invadió y hasta el día de hoy les expreso mi amor cotidianamente. Ya no me molesta convivir con ellos, si bien hay dificultades en casa, ya no son mas por mi culpa y mi rencor. Mi hogar se convirtió 
en un hogar de amor y con ello la paz llego a mi. Hoy soy feliz, me siento plena, abundante y sana.


Muchas gracias por ser y existir. Por leerme y acompañarme en mi camino. Gracias totales!

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