Me escabullo entre la gente. Voy esquivando a ese mar de sombras disonantes con mi esencia humana. Busco entre tanta perdición, un halo de luz, una esperanza vaga que se transforme en realidad.
Es entonces que luego de tanto caminar, logro alcanzarte. Estabas en un callejón oscuro, sentado en el suelo, con la espalda corva, tu rostro sumido entre tus ambas manos, casi pareciera que fueras arrancarte los pelos.
No eras uno mas, había luz en vos aunque tenue. Habías vagado casi tanto como yo, en busca del amor, en busca del hogar a donde poder ir y volver. Eramos dos almas solitarias que a veces en vano soñaban con un cálido abrazo al regresar y digo en vano porque ¿Cómo podríamos pretender que una sombra nos ilumine en nuestra propia oscuridad?
Vislumbro tus batallas interiores, y como ya las había atravesado, no dudo en acercarme, extender mi mano hacia la tuya. Levantas tu mirada con lagrimas en los ojos, sorprendido, pues nadie te había visto como yo lo hice en ese instante y muchísimo menos haberte brindado la calidez y la compañía que yo estaba depositando en vos.
Nos miramos en un lapsus de tiempo que parecía eterno, era una bendición por fin encontrarnos, el comienzo de un nuevo guion.
Dos almas, dos caminos, dos historias, un solo corazón.

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